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martes, 27 de enero de 2015

La música puede ser peligrosa


Konrád tenía un refugio adonde su amigo no podía seguirle: la música. Era como si tuviera un lugar secreto, solo para él, donde nadie en el mundo pudiera alcanzarlo.  La música le decía algo que los demás no podían comprender. (…) En esos momentos se olvidaba por completo de dónde estaba, sus ojos sonreían, miraba al vacío, no veía nada de lo que lo rodeaba (…) Escuchaba la música con todo su cuerpo, con una atención parecida a la que presta un condenado en su celda al ruido de pasos que quizás lleven la noticia de su salvación. (…) La música rompía en pedazos el mundo a su alrededor, cambiaba las leyes establecidas de manera artificial durante unos instantes.


Una noche de verano, mientras Konrád interpretaba en la mansión una pieza a cuatro manos con la madre del general, sucedió algo. Estaban sentados en el salón, antes de la cena; el guardia imperial y su hijo escuchaban la música, respetuosos, sentados en un rincón, con atención y paciencia (…) La madre ejecutaba la pieza con pasión: tocaban la Polonesa- Fantasía de Chopin. Era como si todo se hubiera revuelto en el salón. El padre y el hijo sentían, sentados en sus sillones (…) que en los dos cuerpos, en el cuerpo de Konrád y en el de la madre, estaba sucediendo algo. Era como si la rebeldía de la música hubiese elevado los muebles, como si una fuerza invisible hubiera movido las pesadas cortinas desde el otro lado de las ventanas; era como si todo lo que había sido enterrado en los corazones humanos, todo lo corrompido y descompuesto reviviera, como si en el corazón de cada uno se escondiese un ritmo mortal que empezara a latir en un momento dado de la vida con una fuerza inexorable. Los oyentes disciplinados comprendieron que la música podía ser peligrosa (…) La Polonesa- Fantasía era tan solo un pretexto para desatar en el mundo unas fuerzas que todo lo mueven, que lo hacen estallar todo, todo lo que la disciplina y el orden humanos intentan ocultar.

Sándor Márai, El último encuentro (otras citas, en la Luna). 
Gracias por invitarme a jugar a tu refugio, Sinhué. ¿Cómo se oye Chopin desde la 6, Carmela?...